-Ha pasado mucho tiempo. No pensaba que volvería a veros.
Las primeras luces del alba entraban por la ventana de la posada. Sentados en la mesa frente a frente Blasy y Kasdon.
Por la puerta abierta podían ver a Tronie en la calle sentado en un banco. Inmóvil y mudo. Observaba con la mirada perdida hacia el infinito. Había tenido muchas emociones en una sola noche. Su vida sencilla, su mente sencilla, nunca habían tenido tantos estímulos que asimilar.
Les sirvieron el desayuno en la mesa. Dos tazas de café humeante y un cuenco de fruta recién cortada.
La cabeza de Blasy estaba rodeada por una venda en la que aún se podía distinguir sangre fresca. La herida que había debajo no estaba cerrada del todo.
-La bala sólo me rozó. Aunque sentí como si me atravesara la cabeza -Blasy rompió el silencia al notar que Kasdon no dejaba de mirar la herida–. Pero el golpe más fuerte fue el que di contra el suelo.
Kasdon ahora le miraba a los ojos. Seguía sin decir nada.
-¿Alguna vez te han disparado a la cabeza? A mí tampoco, hasta hoy –Bromeó.
-Creí que te había matado. No te movías, te observé desde la grada y estabas completamente inmóvil.
-Comprenderás que fue muy impactante, estaba completamente aturdida. Tardé en entender lo que había pasado, no sabía con qué me habían golpeado, pensé que alguien había usado un garrote o algo similar, pero no había visto a nadie acercarse… No sabía lo que estaba ocurriendo, estuve en el suelo paralizada tratando de recomponer mi mente y salir del aturdimiento. Hasta que ese enano se acercó y me abofeteó la cara. Ya apenas quedaba gente, todo el mundo parecía que había huido sin mirar atrás.
-¿Alguien avisó a la policía?
-Si eso es lo que te preocupa, podéis estar tranquilos. Nadie acudirá a la policía, sería como reconocer públicamente que han asistido a nuestro espectáculo. Nadie haría una cosa así. No encontrarás a nadie en esta ciudad que confiese que viene a vernos, sin embargo ya has comprobado que todo el mundo acude al espectáculo. Son las pequeñas vergüenzas comunes que todo el mundo asume que ocurren, pero siempre en tercera persona.
– ¿Cómo supiste donde nos alojábamos?
– Esta ciudad es muy pequeña… -Blasy continuó con su relato-. Me quedé sentada sobre la mancha de mi propia sangre mientras me curaban la herida. Luego lo ví todo claro. El rostro que me pareció reconocer entre la multitud… eras tú, supe que era un rostro familiar, pero no conseguí ubicarte hasta pasado un buen rato. No era la primera vez que me observaban así y, siempre habías sido tú.
-Así es. He pasado media vida observándote y estudiándote. Y sé que lo notabas, pero no me importaba.
-Y luego ese ruido atronador sobre mi cabeza… ¡me habías disparado!
-Las cosas no siempre salen como uno espera
-Pero, ¿por qué? Primero creí que todo el mundo había muerto en aquel incendio y ahora estáis aquí. Después de tanto tiempo, de la nada, intentando acabar conmigo.
-Aquello fue una catástrofe. No debió pasar, no al menos de ese modo. Y también fue culpa tuya
-¿De qué estás hablando?
-Sigues sin entender nada, como siempre. Eres un ser muy extraño. ¿Recuerdas como fue tu llegada al pueblo?
-Apenas. No recuerdo muy bien como fue mi vida antes de aquello y ya apenas recuerdo mi vida con vosotros. Todo me parece muy lejano
-La gente te tenía miedo. Desde el principio te tuvieron miedo. Mis padres me contaron que un día llegaste caminando desde el bosque, con tus andares pausados atravesaste el pueblo y al pasar junto a la casa abandonada paraste, te quedaste mirando y entraste dentro. Y allí te quedaste. No sé si fue así, pero así se contaba que ocurrió.
-Si, más o menos así lo recuerdo yo también. Aquel día, antes de llegar al pueblo estaba en el bosque y alguno de los cazadores con los que solía compartir jornada me dijo que en vuestro pueblo había algunas casas deshabitadas en las que podría quedarme. Que hacía tiempo que no vivía nadie en ellas y que podría instalarme, que era un sitio tranquilo. Y así me lo pareció a mí siempre.
-No hablabas con nadie, decían que podías leer las mentes y que por eso no te relacionabas con nadie. Que no lo necesitabas. Y todos te rehuían.
-Desde que tengo recuerdos he vivido sola. La gente no me molesta, pero a mi tampoco me gusta molestar. Es simplemente eso, además, no me meto con nadie-. Blasy trataba de justificarse, se sentía atacada- Durante toda mi vida solamente he intentado sobrevivir sin entrometerme.
-Desde que llegaste al pueblo empezaron a pasar cosas extrañas. Enfermedades, malas cosechas, malformaciones, tormentas e inviernos fríos… Todo el mundo estaba nervioso y triste. Todo era oscuro y tú parecías permanecer ajena e impasible a todo- El relato de Kasdon parecía perturbar a Blasy-. Cuando nacimos mi hermano y yo, mis padres decidieron alejarnos de todo aquello y nos trasladamos a la cabaña donde dormían los animales, en el camino hacia la montaña. Habilitaron la casa y allí crecimos. Mucha gente del pueblo venía a comprar a casa. Y mamá también iba al pueblo para traer ropa y pan. Todo lo demás lo teníamos allí con nosotros. Pero a mí me gustaba escuchar las historias de los mayores. Y todo el mundo hablaba de ti con miedo. Yo bajaba al pueblo a escondidas para observarte. Yo no te tenía miedo. Te miraba y te odiaba en silencio por el enorme mal que estabas causando en nuestro pueblo. Blasy, eras una maldición.
Kasdon le contó que el incendio fue idea suya, que quería acabar con ella para terminar con la maldición que ella trajo al pueblo, pero se le fue de las manos y no consiguió su objetivo.
-Aquello no salió como debía. Y anoche volví a fallar.
-Y ahora, ¿qué?
Kasdon se encogió de hombros y sugirió:
-¿Puedo tocar tu rostro?
-No lo sé, nunca me habían pedido eso antes
-Entonces, ¿puedo?
Y fue acercando su mano lentamente hasta contactar con el rostro de Blasy
-Y ahora, ¿qué?- Volvió a preguntar Blasy.