Capítulo 4. Viajes Mousa.

– ¡Eh!, ¡tú!, ¡¿subes o te quedas en tierra?! ¡Que no tenemos todo el día!

Joder, ¿esta gente es que no tiene sangre en las venas? Toda una mañana para que pueda salir un solo camión. Y todos ahí esperando al sol de la mañana. No tuve bastante cuando vino la policía preguntando por Mamadou como para que ahora vengan a tocarme las narices por tener una agencia de viajes «sin permiso». Hace falta un permiso para todo en esta vida. Yo tenía el del taller, los papeles en regla, que el viejo Mousa lo había dejado todo arreglado antes de morir. Hace ya meses que vinieron preguntando que qué hacía toda esa gente ahí, que si no estaría transportando gente. Yo, oliéndome por dónde iban, les dije que no, que alguna vez le había dado trabajo a alguno y ahora me hacían cola en la puerta esperando una oportunidad… ¡qué salidas tengo! Que no es que no quiera obtener el permiso, es que para que te lo den tienes que hacer las cosas como ellos quieran, autobuses, taxis, pasaportes, … y esta gente ni tiene pasaportes, ni pueden permitirse viajar en autobús o taxi. Ellos viajan voluntariamente, ¡qué culpa tengo yo! Yo les doy la oportunidad que buscan.

Al final no me han salido las cosas tan mal. El taller no va mal. Sigo arreglando ruedas, cada día unas cuantas y alguna avería más, nada demasiado grave, que tampoco entiendo yo tanto de mecánica. Además, cuando se me acumula el trabajo siempre hay algún chaval dispuesto a echarme una mano a cambio de un plato de comida o algo de dinero. Lo que va viento en popa es la agencia de viajes. Al poco de desaparecer Mamadou los propios conductores me indicaron quién organizaba los viajes desde Tessalit y desde Agadez. Tuve que hacerme con un teléfono móvil y aprender a usarlo. A mi eso de hablar a distancia y sin cables me parece algo de brujería y no me da mucha confianza. Tengo la sensación de que nada es sincero y siempre me engañan, aunque puede que no sea sólo una sensación.

Yacouba me mandaba camiones desde Agadez, aunque al poco tiempo lo sustituyó su primo Bachir. Me dijo que a Yacouba lo habían metido en prisión por lo de los camiones, que debíamos tener cuidado. Que no me fiara de nadie ni dijese nombres cuando hablábamos por teléfono. Hamza era mi contacto en Tessalit. Con el llevo ya un par de años y a pesar de que no me gusta hablar por teléfono, tengo que reconocer que hemos desarrollado cierta confianza, tanto a nivel profesional como personal.

Ahora me encuentro en una encrucijada. Hamza ha llegado en uno de los camiones esta mañana. Ha salido en uno de los camiones que él mismo organizaba, huyendo. No le había dado tiempo ni de avisarme por teléfono. Sabía que iban detrás de él y ha decidido emprender el mismo camino que seguían tantos jóvenes. Aunque Hamza ya no tiene diecisiete años. Tengo que reconocer que cuando lo he visto me ha sorprendido su apariencia. Me imaginaba a alguien alto y fuerte y me he encontrado con una persona de mediana edad, tan delgada que parece que se fuera a derrumbar en cualquier momento, pero con un brillo en los ojos que hacer ver que no le tiene miedo a nada. Me ha dicho que tenemos que salir de aquí pronto. Que prepare mis cosas y que nos marchemos, que la policía en Tessalit sabe de nuestro negocio y que pronto lo sabrá, si no lo sabe ya, la de Tamanrasset. ¡Claro! por eso vinieron el otro día haciendo preguntas. Tenemos que marcharnos.


Hoy no he llevado a Mousa al colegio, ya ha aprendido lo básico para la vida. Me lo llevo conmigo y con Hamza a Sabah. Es uno de los destinos que siguen los jóvenes que salen de mi agencia de viajes. Nos he preparado todo el espacio oculto de uno de los camiones para nosotros tres. Son al menos cinco días de camino y no quiero que Mousa lo pase mal, bastante tiene con separarlo de su tía, a la que quiere como si fuera su madre. No sé si me lo perdonará, ni ella ni Mousa. Me ha costado aceptar que debo desaparecer por un tiempo, pero volveré. Sólo necesito que se calmen las cosas y dejen de buscarme. Cuando no me encuentren seguro que se olvidan de mí, ¿verdad? Entonces volveremos al taller, y dejaremos la agencia de viajes para los que quieran ese tipo de vida. Quien sabe, puede incluso que pueda convence a Hamza para que me ayude con las cuentas del taller, parece que se le dan bien los números. Mientras tanto, desaparezcamos por un tiempo.

Ruido de motor, arena colándose por los pequeños agujeros en la chapa, calor. Ruido de motor, arena, calor. Ruido de motor, arena, calor. Noche durmiendo bajo las estrellas. Ruido de motor, arena, calor. Ruido de motor, arena, calor. Parada de un pozo. Ruido de motor, arena, calor. Ruido de motor, arena, calor…


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