Capítulo 1. Miedo

La primera persona que me habló del virus fue mi suegra. Yo había leído algún titular con el rabillo del ojo pero no había profundizado en la noticia. «En China ha aparecido un virus que tiene a la gente muy alarmada, dicen que van a construir un hospital y todo». Yo, escéptico por naturaleza y con la experiencia del sensacionalismo de la prensa en estos casos no le hice demasiado caso. Las alertas del ébola, el MERS, la Gripe A, y otros tantos, aun resonaban en mi memoria reciente. «No te preocupes mujer, esto será otra tontería más, ya verás». 4 meses después de aquella conversación, llevamos casi dos meses confinados.

El miedo campa a sus anchas, las cifras de muertos diarios son una pesadilla constante. Todo el país está encerrado en su casa, todo el mundo se ha paralizado. Cuando voy al trabajo, con las ciudades muertas, las avenidas vacías, la autovía sin coches, el silencio reinante, parece que estuviéramos viviendo en alguna pelicula post-apocaliptica de serie B (la realidad siempre parece más barata que una película de Hollywood ya sabéis).

La gente aplaude en los balcones, aparecen gestos hermosos, vecinos que se ayudan mutuamente, gente que lo da todo por vencer esta situación. Canciones en las ventanas, sonrisas en videollamadas, alguna lágrima. Nos piden un sacrificio, pero prometen que todo pasará, que pronto volveremos a la normalidad.

Pero la ingenuidad tiene un límite, la frase «saldremos mejores» tiene corto recorrido. Pronto la gente se harta de estar encerrada, y recuerdan que son mezquinos e incívicos. El caos se ha apoderado de los servicios sanitarios. En las zonas de alta incidencia por encontrarse completamente desbordados, en las zonas de baja incidencia, paralizados por la inoperancia de los planes políticos, el miedo y la falta de medios. Se toman decisiones absurdas, y se hacen pasar por grandes ideas. Vivimos tiempos que marcarán los próximos años o incluso décadas, y los que toman las decisiones están tomando todas las decisiones erróneas. Nuestros gobernantes son, no obstante, un reflejo deformado de nosotros mismos, puesto que son nosotros mismos pero con poder para tomar decisiones.

Es 1 de Mayo de 2020, desde que empezó la pandemia, me han amenazado 3 veces, pacientes o sus familiares, por motivos absurdos. He trabajado durante todo un mes, 72 horas semanales, y solo me han pagado la mitad de las horas extras que he hecho. Horas extra que han supuesto estar alejado de mi mujer e hija en pleno confinamiento, en mitad del miedo, la paranoia y la soledad. He tenido suerte, y solo he tenido que atender a dos pacientes con coronavirus y varios sospechosos. He tenido miedo, entrando en esas casas, sin experiencia en la puesta y retirada de los EPI, sabiendo que 1 de cada 4 contagios en mi región eran sanitarios. He tenido mucho miedo, por mí y por mi familia. No he dejado que me paralice como muchos otros compañeros pero me ha pasado factura. He tenido suerte, he aprendido cosas de mi que no sabía. Pero no dejo de pensar que todo esto es un espejismo. Que la sensación de victoria que reina de cara al verano, no es más que un autoengaño. Que nos esperan tiempos oscuros, tiempos terribles, y que si pensamos que el enemigo es el virus, estamos muy equivocados. El enemigo es el sistema. El sistema que nos ha alienado, que ha tomado todas las decisiones erróneas que se podían tomar. El enemigo es el mismo de siempre, el que utiliza los momentos de crisis para enriquecerse a costa de otros, el que pisotea al débil. El que se aprovecha de sus semejantes. El enemigo somos nosotros mismos, que un dia nos disfrazamos de gente comprometida y aplaudimos a los «héroes» de las batas blancas, y al dia siguiente les amenazamos, exhibiendo orgullosos nuestra ignorancia y nuestra agresividad. El virus no es más que contexto.

Por delante tenemos una quimera de fases, desescaladas y nuevas normalidades, y todo estaría bien, si al mando no hubiera irresponsables con intereses políticos en lugar de con la salud y la vida de los ciudadanos en mente.

Y yo desde mi rinconcito del mundo, ignorado por casi todos, solo pido una cosa: piensa en el otro. Nadie es una isla. Piensa en lo que tus acciones desencadenan. Solo pido eso. Ni aplausos ni amenazas, gracias. Ni héroes ni villanos. Solo respeto y empatía joder. Que no somos animales.


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