Episodio V – Gusto

Tronie estaba experimentando cambios. Estaba creciendo. Y lo hacía en muchos sentidos, su cuerpo se estaba transformando. Poco a poco, pero los cambios se iban haciendo evidentes. Hacía tiempo que debía haber llegado a la edad adulta y, de hecho así era, pero su cuerpo nunca se había terminado de desarrollar. Los gemelos fueron idénticos hasta sus 12 años y a partir de ahí, Tronie se quedó como congelado en la niñez. Claro que había cambiado en los años siguientes, pero como ralentizado. Era un alma infantil en un cuerpo aún inmaduro.

Y desde que habían vuelto al pueblo ese estado de latencia volvió a reactivarse. Su constitución ensanchó, su cuerpo se fortaleció con la vitalidad que lo hace un cuerpo adolescente que avanza a la madurez. Se veía un mozo fuerte y sano. Como si su despertar a la vida hubiera estado encorsetado por la sobreprotección de su hermano y ahora sin la presión de esa losa fuera desperezándose.

Y con su cuerpo también su espíritu maduraba. Le asaltaban inquietudes de cierta profundidad, Tronie coqueteaba con la trascendental y con conceptos etéreos que le turbaban, por lo repentino y novedoso. La vida, la muerte, el futuro, la incertidumbre. Todo muy inminente. Como por azar. Era difícil gestionar tanto cambio y tan repentino.

A veces su personalidad, hasta entonces maleable y predecible, también parecía que experimentaba cambios. Cambios en los que parecía encontrar cierto placer en la maldad, lo perverso, los intereses ocultos… A Kasdon le sorprendían ciertas actitudes rebeldes que comenzaba a experimentar su hermano. Le preocupaba no poder dominar a su gemelo con la facilidad que siempre lo había hecho.

Aunque lo cierto es que eran momentos muy puntuales. Seguía manteniendo su autoridad de hermano mayor. Esa autoridad es más fuerte que la que ejerce un padre o cualquier otro poder reconocible. Se tolera más, es más fácil de aceptar.

Por su parte, Blasy cada vez pasaba menos tiempo a solas en el bosque. Había buscado entretenimientos que le hacían estar en más ocasiones cerca de los hermanos albinos. Solo se adentraba en el bosque para lo imprescindible, sus pequeñas incursiones cinegéticas y poco más. Cada vez era menor la necesidad que sentía de apartarse de la civilización. De esa pequeña civilización en que convivían.

Entre sus nuevos hobbies había uno con el que parecía canalizar sus emociones. Era curioso, pero había desarrollado cierta habilidad musical, quizá influenciada por sus años de convivencia circense. Eran unos esbozos musicales muy primarios, casi tribales. Fabricaba pequeñas flautas con cañas y también algunos utensilios que podían pasar por instrumentos de percusión.

Sus composiciones eran muy rítmicas y elementales, pero conseguía construir un ambiente muy agradable. Durante esas sesiones aquella mujer tosca se convertía en alguien cercano que despertaba simpatía y cierto cariño.

Blasy había evolucionado desde una persona de sentimientos inanimados a una persona de empatía y expresividad emocional. Como la bestia que sabe que su conjuro puede acabar antes de que caiga el último pétalo de la rosa.

Kasdon también parecía más relajado. Por primera vez en mucho tiempo parecía que estaba cómodo con su entorno. Estaba en una situación en la que se había familiarizado con lo que había en su zona de confort y no tenía que estar a la defensiva o tenso con lo que sucedía a su alrededor.

Kasdon y Blasy parecían estar incluso un poco unidos, compartían más tiempo juntos como lo harían dos viejos amigos.

Blasy se interesaba mucho por el gusto refinado que había desarrollado Kasdon con la cocina y le gustaba aportarle algunas recomendaciones. Buscaba en el bosque las mejores materias primas que consideraba que enriquecerían sus elaboraciones culinarias. Le gustaba complacer a su nuevo viejo amigo.

Luego Kasdon le enseñaba como sacarle el mejor partido a esos productos entre los fogones. Y ella comenzaba a hacer sus pequeños pinitos supervisado por su mentor.

Blasy, por su parte le enseñaba a Kasdon como manejarse por el bosque. Como orientarse, donde encontrar agua. Donde encontrar los mejores frutos o como rastrear sus presas.

Compartían tiempo y aficiones. Se aportaban conocimiento y habilidades mutuamente.

Y así fue pasando nuevamente el tiempo.

Aquella tarde era una más de las que últimamente solían pasar juntos por el bosque. Tronie había estado especialmente agitado, casi insoportable. Esta adolescencia tan tardía se hacía muy difícil de soportar, incluso para él mismo. Así que Blasy y Kasdon decidieron darle un poco de espacio y le dejaron solo en casa. Salieron a dar un paseo y de paso buscarían algo que traer para la cena.

Cuando  Tronie se quedó solo pareció tranquilizarse. Era justo eso lo que necesitaba, un poco de soledad y tranquilidad. Se quedó sentado en el porche de casa mirando hacia el bosque pensando en qué estarían haciendo sus dos compañeros allí… Para matar el tiempo mientras esperaba su regreso se dedicó a deambular por la casa. Entró en su habitación y vio todo mal colocado y sin ventilar. Pasó por la habitación de Blasy y la encontró austera, pero bien ordenada. La puerta de Kasdon estaba cerrada con llave.

Poco antes de la noche, volvían para casa. Habían salido juntos, pero Kasdon regresó antes. Quería preparar una cena especial. Traía algunas hierbas aromáticas recién recolectadas y una pequeña alimaña ya despellejada.

– Blasy no tardará, se ha quedado colocando algunas trampas más.

Iba a ser una cena especial, Kasdon estaba muy entregado en su preparación.

Blasy se retrasaba más de lo esperado, parece que llegaría tarde a la cena. Ya estaba todo listo, así que decidieron empezar sin ella.

Pobre Tronie, pensaba Kasdon mientras lo veía comer. Es tan desalmado lo que le estoy haciendo. Y míralo ahí disfrutando con su cena. Como un niño

– Me encanta la cena, hermano. Te ha salido riquísima.

– Me alegro Tronie, quería hacer una cena especial para esta noche… Es una pena que Blasy se la esté perdiendo.

Tronie estalló en una carcajada ruidosa

– Qué divertido eres, ¿cómo podía estar ella aquí cenando?-. Hablaba con la boca llena, sin dejar de cargar su cubierto con aquel estofado.- Está riquísima, me encanta el sabor de Blasy…


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